Blog poesía La luz de tu Faro

En memoria de Sara Álvarez, con Amor, devoción y ternura infinitas. Absorbí tu esencia, y ahora vives en mi poesía. Te devuelvo la vida con mis versos.

jueves, 30 de septiembre de 2010


La tristeza es esdrújula
cuando tintinean los acentos
en el ábside de la palabra,
y la lluvia pende oblicua,
torrencial, enamorada,
sobre el faro de los coches
en esta noche brumosa,
oscuramente enjalbegada.

Una serpiente de luz zigzaguea
en el arcén de tus rodillas
con escamas de plata.

Abres los ojos
y revolotean por el arco de tu iris
hipocampos y estrellas,
falúas y falenas,
ríos y estambres de luciérnagas
sobre una clámide otoñal.

Podría ver un canguro en un paso de cebra
o un hombre de rojo pararse ante un semáforo,
que no me asombraría.
Son los partos prematuros de un mal poema,
los suicidios involuntarios de los puentes.

Este amor es inexplicable,
como el bostezo del paracaidista antes de saltar.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

martes, 28 de septiembre de 2010


Hoy el sol es frío y ampuloso como una lápida.
El calor huye aquejado de tu piel
y las sombras se asilan en el hospicio de tus lágrimas.
Una tristeza fugitiva duerme escondida
en el balancín de la mirada,
mientras en el zaguán se yergue, escultórica, la hiedra.

¿En qué momento se nos enquistó esta in-dolencia?

Miro a mi alrededor y todo se consume
en un busto escotado, y es fuego y cenizas.
Intento re-componerte poemas
con la dactilografía de los espacios en blanco,
con las sinécdoques de la ubicuidad,
sin hechuras de elegía o epitafio,
pero sólo quedan los tachones de una baldía esperanza.

Incineramos las cedillas de nuestra desnudez
en un crisol de acentos.

La vida se descompone
como una flor cámbrica
o la etiqueta de un cadáver
en el dedo gordo del pie.

Morimos sin nombre;
sin nombre nacemos.
Sólo somos mientras vivimos.
Eternos.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

sábado, 25 de septiembre de 2010


Camino bajo el sol ardiéndote los pasos,
pero a veces tu sombra me parece más larga que mis piernas,
más larga, incluso, que la guadaña de la luna.
Hay veces, sí, en que la sombra que proyectas
se me antoja más real que mi mirada.

Me perderé en la encrucijada de tus muslos
cuando la ciudad sea un cíclope dormido
y la noche parpadee como un fanal ciego
y mi corazón tiemble como una brújula imantada
por la aguja de tus zapatos.

Ven aquí. Te sigo, te espero.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Te necesito más cerca de mí,
tan cerca que puedas traspasarme la piel,
gorgotear en mi sangre, romperme los huesos.
Te necesito muy adentro, enroscándote
como una serpiente con metástasis.
Ven, acércate más, mucho más,
que no pueda abrir la boca sin besarte,
abrir los ojos sin verte,
que me duela incluso el respirar.
Apodérate de mi voz
y mátame todos los adverbios de tiempo
–ahora, antes, después–,
que la poesía aborte un feto muerto,
nuevo, muerto;
un lenguaje membranoso retoñado del himen
de tus versos.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.



*El vídeo pertenece a la serie Six Feet Under. La canción que se escucha es Transatlanticism, de Death Cab For A Cutie.

martes, 21 de septiembre de 2010


Corté el sépalo rozagante
que sobresalía en la floresta de tus labios
con el zarcillo de la lengua,
y libé tu rocío, el alburno y la inocencia
hasta que me sangraron las metáforas,
pletóricas de pífanos y pétalos.

Ascendimos como una espiral
por la caracola del beso,
y nos fundimos en un océano fractal
de purpúreas sinestesias.

Escuché a tu piel clamar mi nombre
en un espejo convexo, olí tu voz en la distancia
y se abrió el mar en miles de cielos.

Todos eran nuestros.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

sábado, 18 de septiembre de 2010




The bloody spur cannot provoke him on
that sometimes anger thrusts into his hide

William Shakespeare


Gotea en la sangre
como una leyenda sin nombre
la serpiente alada del recuerdo.
....................................Picar espuelas
en la diáspora del verso obliterado;
aunar los proverbios ensimismados
..................................en su desnudez;
hete ahí el destino del poeta.

El corazón se extravía
en la lubricidad de la lluvia
que repica en la ventana
y el aliento emborrona filigranas
con la migración de los sueños
hacia cálidos bancales.

.................................Veo señales
en las bandadas de golondrinas
que circundan el aro del sol
y en el cáliz de pétalos
robados al viento.

Por cada lágrima derramada, un collar de rocío;
por cada lumbre que avives, un beso vertical.

Llueve, y nos arrebujamos
como un ombligo asustado de su redondez,
ínfimos en nuestra prodigalidad;
botón sin ojal que añora asirse a la tierra.

Hay un lugar,
cerca del latido del sol,
donde hasta el silencio habla de ti
.............–tibio suspiro de libélula–,
y las nubes cantan tu nombre como pájaros de agua.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 15 de septiembre de 2010


¿Qué es ese profuso resplandor
que oscila en el cenotafio de los ojos
como una elegía de flores sin cabeza?

¿Será el horizonte de nuestras frentes
agotadas de blasfemias
o acaso el ocaso en tu mirada?

Ni la núbil amapola,
ni el velero de la tarde,
ni la fúlgida caricia de la luna en argénteos estanques
son invulnerables a las asechanzas del tiempo.

La muerte barre el serrín de los cadáveres
con el esmero de un jardinero
que arranca las malas hierbas del tiempo.

Ven, abrígate con mis palabras,
que afuera hace frío y tiritas de nostalgia.
Hoy llueve tanto que hasta las estatuas pueden llorar.
A veces el único refugio para la soledad
es la soledad.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

lunes, 13 de septiembre de 2010


Estás en mi cabeza cuando quiero dormir y no duermo,
cuando me despierto y no te encuentro.
Son mis ojos de cristal líquido cuando te veo y no te alcanzo;
estás tan lejos como la vida.
Un día es demasiado largo para no pensar en ti.

Soy el inquilino de tu tristeza
en esta cárcel de barro, lluvia y piedra
donde las horas se arrastran como (t)or(t)ugas.
No llueve la edad bajo el paraguas de tu sol.
Por la hierba que pisas nunca pasan las estaciones.
Te construí un palacio. Se llama Soledad.

La vida se resume en la alegoría de una lágrima.
Te amo con el silencio de los labios que sólo se abren para besar.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 10 de septiembre de 2010


La noche está erizada de funámbulos. El camino a casa es un tránsito de odres y mechas de neón. Paseo por la tensa cuerda de cáñamo sin mirar atrás. Avisto paisajes de herrumbre, persianas pintadas de graffiti y dibujos anamórficos. Me llega la voz amortiguada de los gatos. Vagabundos de estrellas. Hay un celaje lisérgico y me caen gotas de lluvia ácida en la lengua. Llueve silencio sobre mi lengua. Me instila nostalgia de ti. La luna riela con un resplandor difuso, como aquel beso en fotomatón. Siempre habrá un túnel de sombras para nuestra madeja. Un bosque de farolas horada la niebla con estrías de lluvia y luz. La ciudad se prostituye al rumor candente de la noche. Sus arterias estallan ebrias de coches y las calles aúllan trapisondas. En la avenida, los chopos ondean las caderas por instinto y las flores estornudan serpentinas de colores. Así la noche es menos noche; y la oscuridad, acaso menos proterva. El otoño se asienta en los bancos dándole la espalda al estío. La lujuria se ovilla en una cajetilla de tabaco. Busco tu voz en los soportales de la memoria. Te pronuncio y la ciudad duerme en mis labios. Sara. Siempre Sara. A contraluz veo el dorso de tu mano recortarse contra el horizonte. Parece una corneja o un pájaro tuerto. El pincel seco del cierzo inflama el aire de mariposas y nubes de clorofila. Llevo vuelto el cuello de mi camisa a un blanco cenicienta. Mientras vacío los bolsillos de piedras, la soledad afloja el nudo de la corbata. Los niños siempre cavan hoyos donde enterrar sus ilusiones. Ya puedes abrir los ojos. Estamos en casa.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 8 de septiembre de 2010


Traía agua de lluvia en la boca y un albor de oleaje
en la mirada. En sus ojos verdemar chispeaban dos albatros.
Su canto era un arpa ceremoniosa. La envolvía un halo de tristeza
que arañaba el liquen de las rocas, pero qué tersa fluía su voz.
Como la vida. Por su cabello mojado resbalaban las estrellas.
En sus manos redivivas se desbordaban los afluentes de mi Nilo.
Sus piernas me apresaban con una caricia abisal, como tentáculos
de espuma. Tan cálidas, tan receptivas. Yo ya era, para entonces,
una anguila eléctrica en el fragor de sus muslos. Nuestra piel
se parcheaba de dientes y lenguas. Lujuriosa. En su vientre perlado
me hacía marea viva. Zigzagueábamos como un banco de peces
por la traslúcida vegetación de los corales y nos explayábamos,
desnudos, con el salitre del beso. El mar amansaba nuestros gritos.
Cielo era su nombre.

La antorcha del sol chisporroteaba gaviotas
sobre la bahía. No había sombras en la espalda.
Una suave brisa arracimaba nuestros labios,
y al hundirnos no nos asustaba la oscuridad.

A mil metros de profundidad siempre es de noche,
me decía.
No sangra la nariz al respirar
si tu luz no transita verdores.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

domingo, 5 de septiembre de 2010


Soplaba un viento alípede
por los campos yermos de la memoria;
alígero el corazón,
saltó como un resorte
cuando emergiste de las aguas;
y en el lago temblaban las estrellas.

Un estremecimiento se alzó de la bruma
como el árbol de la tierra;
el lobo se prosternó ante la luna
con la genuflexión de los últimos girasoles;
y en el lago temblaban las estrellas.

Avancé hacia las aguas y me sumergí en el fuego de los astros.
Un nuevo dios, más grande, nació de mi voz ahogada.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

viernes, 3 de septiembre de 2010




Te oí cantar en el ajimez de la tarde,
cuando daba un paseo en barca por el lago
y en el cielo coruscaban las últimas pavesas del ocaso.
La cintura del agua cimbreaba ondas que me arrojaban a tus pies.
Estabas apoyada en un sauce, ajena a mi presencia,
y la música que salía de tus labios
era frágil como un palacio de cristal.
Las hojas se estremecían levemente
como alas que despiertan al vuelo,
el árbol henchía su plumón de seda
–enhiesto pájaro de madera–,
y la hiedra caracoleaba graciosamente por tus dedos.
Llevabas una guirnalda de mariposas en el pelo
y no había invierno en tus ojos.
Un sueño vaporoso se apoderó de mí
cuando, arrobado por tu canto,
me sumergí en el eco de tu manantial.

Cuando desperté ya no estabas, y pensé, cuitado:
¿cómo dormir la muerte en una rosa sin robarle la fragancia de los pétalos?

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.

miércoles, 1 de septiembre de 2010


Anoche te vi pasar por el puente
sonámbula, ensortijada en el aire,
inmune al terror de las estrellas.
Tu falda tremolaba como una llama volátil,
tus pies desnudos mecían la hierba
y la noche era una bestia fosca y prensil.
No había una tea encendida en el laberinto jardín.
En los agujeros de tu cuello serpenteaba la luna,
y en la fuente de piedra bebían los lobos.
Pensé que darías un paso en falso
y caerías al agua,
pero el sueño tenía pretil.

© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.